Han transcurrido casi tres meses desde aquel día en que el Gobierno instauró el decreto de alarma, interesando el confinamiento generalizado de las personas.
La COVID 19 y sus trágicas consecuencias se extendieron por todo el planeta y nos llenaron de miedo, angustia y una innegable incertidumbre ante cualquier hecho o circunstancia que estuviera por venir.
Confinados en nuestras casas y tele trabajando la mayoría, hemos aprendido a convivir con tales e inimaginables circunstancias.
Los abogados hemos asistido a cursos intensivos de formación que se han brindado por parte de los colegios a través de numerosas “webinars” y la asociación de abogados de familia, impartiendo conferencias virtuales con carácter semanal, que nos han ayudado a continuar más unidos que nunca en nuestra especialización a pesar de la distancia y del momento.
Con todo y sin que la COVID nos haya abandonado, la movilidad de las personas hacia sus lugares de trabajo y los usos sociales están volviendo progresivamente a la normalidad; normalidad, que en tanto el virus no sea combatido definitivamente, habrá de pautarse y adecuarse para que aquél no se cobre más víctimas en su recorrido.
Regresamos a esta nueva normalidad con el aprendizaje adquirido y la esperanza de vencerlo a pesar del riesgo y de su coste.
Con medidas permanentes de distanciamiento social cuándo éste se requiera; con mascarillas que deberán ser usadas de forma permanente mientras nos hallemos fuera de nuestras casas: visitando museos, tiendas, grandes superficies o en cualquier otro lugar cultural o de ocio, así como lugares al aire libre dónde las personas, en general, no se hallen suficientemente distanciadas.
Con lavado continuado de manos mediante agua y jabón o utilizando botellitas de soluciones higienizantes para su desinfección.
Es “Nueva normalidad post-COVID-19” porque durante un tiempo y sin saber hasta cuándo, ello nos permitirá seguir el día a día de la forma más llevadera posible y a la espera de que, un día no muy lejano, la proximidad impregne de nuevo nuestras vidas y seamos de nuevo seres con pleno goce de nuestros derechos y libertades.
La “nueva normalidad” presagia añoranza, impotencia, desconfianza, deseos y sobre todo momentos de incertidumbre que pueden conllevar pesimismo y cierta ofuscación.
Una “normalidad” que sólo volverá a ser como antes si contribuimos con nuestra prudencia a observar las medidas hoy restrictivas; para que mañana dejen de serlo porque el virus se haya alejado, debilitado hasta la levedad o simplemente, de existir otras pandemias, los científicos hayan descubierto medicamentos eficaces que las combatan sin que medien pérdidas humanas o de cualquier otro tipo a cambio.
Y mientras tanto, seguiremos trabajando presencialmente o, en muchos casos, desde nuestros despachos o domicilios.
Los abogados, recibiendo nuestras visitas en el despacho, observando la distancia social y haciendo uso de la mascarilla pero también a través de videoconferencias con nuestros clientes; videoconferencias que, durante este periodo, podrán extenderse a determinados juicios que podrán celebrarse mediante este sistema para evitar el encuentro masivo de numerosas personas.
Cuales sean los cambios que cada uno de nosotros deba imprimir en su día a día, la gran capacidad de adaptación que tiene el ser humano y que ha sido sobradamente demostrada en el transcurso de la historia, será suficiente para gestionar sus emociones y reinventarse una vez más. Porque como dice Khalil Gibrán en su libro “El Profeta” y hablando del “Tiempo”:
“AYER SOLO ES LA MEMORIA DE HOY Y MAÑANA ES SU SUEÑO”